Reducir las emisiones de CO2 y la desigualdad económica y de género: ¿se puede lograr todo a la vez?

Por Nuria Badenes (IEF), José Mª Labeaga (UNED) y Ester Martínez-Ros (UC3M)

Hoy en día existe suficiente evidencia para afirmar que los impactos medioambientales no son neutrales en cuanto al género. Tanto en las economías en desarrollo como en las avanzadas, las mujeres son más vulnerables que los hombres a los efectos del cambio climático (menor acceso a la financiación y la educación, sobrerrepresentadas en los grupos de bajos ingresos, los más afectados por la contaminación y el daño ambiental). Las mujeres tienden a mostrar una mayor sensibilidad hacia las preocupaciones ambientales, pero están en gran medida subrepresentadas en los procesos de toma de decisiones del liderazgo climático global.

La desigualdad de género no constituye el objetivo principal cuando se proponen políticas para lograr la justicia distributiva. Las magnitudes más tangibles, como la renta o la riqueza, han sido tradicionalmente el objetivo distributivo para reducir la desigualdad. Un repaso de la bibliografía revela que existen investigaciones en las que se vincula la desigualdad económica y las emisiones, la consideración de desigualdad de género y económica, y también el efecto de la desigualdad de género en las emisiones. Sin embargo, la consideración simultánea de las emisiones, la desigualdad de género y la desigualdad económica permanece inexplorada.

En este trabajo, se explora la relación entre emisiones de CO2, desigualdad económica y de género en los países de la OCDE. Creemos relevante considerar el vínculo género y emisiones ya que las acciones ambientales podrían afectar de diferentes maneras a mujeres y hombres y podrían obstaculizar la igualdad en este sentido. También es relevante la consideración simultánea de las desigualdad económica y emisiones, especialmente la búsqueda de contextos en los que ambas puedan reducirse sin tener que optar por un objetivo u otro.

Aunque el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible suele abordar por separado estas tres cuestiones, existe un gran margen para su análisis conjunto. Con este fin, creamos una nueva base de datos procedentes de diferentes fuentes, que cubre 19 países y el período 2014-2019 para capturar dimensiones relacionadas con las características de los países en materia de desigualdad de género, desigualdad en renta y riqueza, así como emisiones. Nuestros resultados muestran que existe potencial de las políticas públicas destinadas a reducir ambas desigualdades para luchar al mismo tiempo a favor de la disminución de las emisiones.

Desigualdad económica y emisiones

La desigualdad económica se mide utilizando tres indicadores separados de distribución económica:

– el porcentaje de renta en manos del 1% más rico,

– el porcentaje de riqueza en manos del 10% más rico,

– el porcentaje de ingresos por debajo de la mediana.

Los efectos de los tres indicadores son negativos, pero sólo son significativos el porcentaje de renta en manos del 10% más rico y el porcentaje de renta por debajo de la mediana. Esto ofrece un resultado muy interesante de cara a la aplicación de políticas redistributivas que refuercen el potencial de reducir al mismo tiempo la desigualdad de género. Además, las recomendaciones no se establecen en función de las variaciones de la desigualdad global, sino especificando cómo influye la distribución de la renta y la riqueza en los distintos segmentos de la distribución.

Tradicionalmente, la desigualdad económica se ha medido utilizando el índice de Gini de los ingresos equivalentes, pero no es significativo en ninguna especificación. El propósito de este enfoque es mostrar formas alternativas de medir la desigualdad de la renta y la riqueza, pero el índice de Gini no muestra suficiente variación entre países y, al sintetizar la información de toda la distribución en un solo índice, se pierde información relevante sobre la desigualdad.

Desigualdad de género y emisiones

El índice de desigualdad de género parece relevante para explicar la evolución de las emisiones y tiene el signo positivo esperado, es decir, a mayor desigualdad de género mayores emisiones. No es sorprendente que el mayor potencial para reducir las emisiones mediante la reducción de la desigualdad de género aparezca en los países con niveles de emisión aún bajos, que al mismo tiempo registran los mayores niveles de desigualdad de género. Estos resultados de referencia también indican que el gasto en I+D aumenta las emisiones, pero la productividad y su cuadrado sólo son significativos al 1%. La tendencia es significativa e interpretamos su efecto como proxy de cambios tecnológicos no observados a lo largo del tiempo asociados a mayores niveles de emisión.

Desigualdad económica y de género en las emisiones

Nuestra investigación se centra en la consideración de ambas desigualdades conjuntamente y en averiguar cómo afecta esa interacción a las emisiones de CO2 en los distintos espectros de países de la OCDE. En concreto, encontramos que el porcentaje de riqueza en manos del 10% más rico se vuelve significativo cuando incluimos el índice de desigualdad de género. Los resultados indican que una mayor desigualdad de la riqueza y la renta (considerando más recursos en manos de los percentiles más altos de la distribución de la renta y la riqueza) conlleva menores emisiones. Este resultado no plantea necesariamente una disyuntiva entre lograr la igualdad económica y reducir las emisiones. Reducir la renta en manos del 1% más rico aumentaría las emisiones, pero distribuir ese 1% por debajo de la mediana reduciría las emisiones, compensando el aumento anterior. La consideración de tramos de la distribución en lugar de un índice tradicional como el Gini para captar la desigualdad, muestra que es factible mejorar tanto en términos redistributivos como medioambientales. Las variables de desigualdad económica también mantienen magnitudes y significación similares al incluirlas junto con los índices de desigualdad de género. De nuevo, en las desigualdades de riqueza e ingresos los países también se ven afectados por las desigualdades de género, profundizando la distancia entre el bienestar de la mayoría de la sociedad, especialmente en el caso de las mujeres. También queremos averiguar si ambas desigualdades se refuerzan, para ello utilizamos interacciones.

Parece que sólo el porcentaje de ingresos por debajo de la mediana y la desigualdad de género parecen ser significativos, pero ninguna de las restantes interacciones. Esto indica que ambas desigualdades actúan por separado, pero también puede indicar que tenemos una ligera variación de las emisiones con respecto a la media y que algunas características de heterogeneidad de los países no están bien recogidas.

Además, pensamos que la desigualdad de género puede estar condicionada a diferentes niveles de emisiones, por lo que repetimos el ejercicio según los cuantiles de emisiones. El GII es significativo y muestra el signo positivo esperado en el grupo más contaminante en la estimación de la submuestra según el nivel de emisiones. En este grupo obtenemos que un coeficiente negativo y significativo del efecto de interacción de género con el porcentaje de renta por debajo de la mediana, por lo que cuando la renta está mejor distribuida, el efecto de la desigualdad de género alivia las emisiones. Por último, consideramos una medida diferente de las emisiones en lugar de un índice, que es la cantidad de toneladas anuales de emisiones per cápita. La interacción de la desigualdad de género y el porcentaje de renta en manos del 1% más rico es significativa y positiva, lo que indica que la consideración de ambas desigualdades aumenta el efecto de las emisiones.

El país importa en esta materia

Yendo más allá, intentamos comprender si el comportamiento de los distintos países importa, por lo que hemos realizado distintos análisis tratando de comprobar cómo varían los resultados al probar distintas agrupaciones de países. En los países con una alta correlación entre emisiones y desigualdad de género, una mayor desigualdad de género agrava las emisiones. La magnitud de los coeficientes negativos asociados a las interacciones muestra que, dado un nivel de desigualdad de género, aunque aumentara la desigualdad económica (lo que provocaría una disminución de las emisiones) no se podría compensar el efecto aislado de la desigualdad de género.

Utilizamos otras tres clasificaciones diferentes para dar cuenta de los patrones de los países en términos de emisiones y desigualdad de género, teniendo en cuenta el nivel de innovación, la situación geográfica o si son avanzados o no. Un país se considera «avanzado» cuando muestra un pequeño cambio en las emisiones durante el periodo de análisis o un pequeño nivel de desigualdad de género. Los países «no avanzados» muestran un gran cambio en las emisiones o un alto nivel de desigualdad de género. Una segunda clasificación tiene en cuenta el nivel de innovación. La clasificación de los países por zonas geográficas distingue entre países mediterráneos, centrales, nórdicos y el resto. No hay diferencias significativas entre los países más avanzados frente a los menos avanzados; sin embargo, cuando nos fijamos en la clasificación de los innovadores, el efecto global de la desigualdad de género (y su interacción con las desigualdades económicas) sigue un comportamiento monótono creciente coherente con los países más innovadores. En los países líderes en innovación, una mayor desigualdad de género produce mayores emisiones. En cuanto a la clasificación geográfica, los países del este y del sur presentan un menor efecto de la desigualdad de género sobre las emisiones.

Conclusión

Los resultados son concluyentes sobre el hecho de que ambas dimensiones de desigualdad consideradas (ingreso-riqueza y género) afectan decididamente el nivel de emisiones de CO2. Este efecto es además más importante en los países cuyas emisiones se encuentran en el cuartil inferior. Al relacionar el efecto adicional del género sobre el nexo entre la desigualdad de ingresos y las emisiones, también confirmamos un mayor impacto en los países con bajas emisiones. Esto nos anima a plantear que incidir en políticas públicas que reduzcan ambas desigualdades, puede ayudar a aliviar los efectos del cambio climático.