Los efectos de los cambios climáticos en el pasado: la anomalía de Maldá.

Por Carlos Santiago Caballero. Profesor titular en el departamento de Ciencias Sociales en la Universidad Carlos III de Madrid.

 

Lejos de ser un fenómeno reciente, los cambios climáticos han sido eventos comunes en el pasado, desde sucesos catastróficos como la edad del hielo, hasta otras experiencias mucho más limitadas como el óptimo climático medieval (siglos X-XIV) o la pequeña edad del hielo (siglos XIV-XIX).

Sin embargo, una de las grandes diferencias entre los cambios climáticos en el pasado y el actual deriva no solo de su origen, sino también de la rapidez con la que se desarrollan. Este hecho es de vital importancia desde el punto de vista de la capacidad de adaptación de las sociedades y sus economías, especialmente de la que puedan tener los productores en el sector agrario. Por ejemplo, ante un enfriamiento global paulatino, un agricultor puede optar por sustituir cereales menos resistentes al frio por otros que sean capaces de aguantar mejor temperaturas más bajas, de tal modo que la adecuación de la producción antes las nuevas condiciones se pueda llevar a cabo en una transición ordenada. Sin embargo, cuando los cambios son abruptos e inestables, la capacidad de adaptación de los productores se reduce de manera sustancial.

Poco conocida y enclavada a finales de la ya mencionada pequeña edad del hielo, durante la segunda mitad del siglo XVIII se produjo una anomalía climática que tuvo unos rasgos muy particulares, caracterizada no solo por una gran variabilidad interanual alternando sucesos como sequías o inundaciones en cortos espacios de tiempo, sino también con una gran variabilidad de dichos sucesos dentro de cada uno de los años. Este es precisamente el tipo de anomalía ante la que la capacidad de adaptación de los productores agrarios queda prácticamente anulada, tanto por ser el cambio abrupto como sobre todo por ser su sentido impredecible.

En el siguiente trabajo, Mariano Barriendos y M. Carmen Llasat analizan los cambios más significativos de la “anomalía de Maldá” (c. 1760-1800), nombre concedido como tributo al Barón de Maldá, noble barcelonés que describió en detalle en sus escritos el extraño comportamiento del clima durante esos años. Los autores muestran como la enorme variabilidad climática de la anomalía descrita en documentos como diarios coinciden con la información obtenida a partir de medidas instrumentales. La variabilidad de las condiciones climáticas y la excepcionalidad de ciertos eventos no característicos de las distintas estaciones quedan perfectamente reflejados en el siguiente texto del Barón de Maldá, recogido en el trabajo de Barriendos y Llasat.

“El tema del trueno fue muy inesperado debido a que es un fenómeno extraordinario, porque las tormentas normalmente comienzan a mediados de abril y continúan hasta octubre. Esto muestra que el clima ha sufrido una mutación y que el tiempo ha cambiado con respecto a la secuencia estacional de hace muchos años.”

Los mismos autores señalan que en 1803 las autoridades de Girona realizaron una inusual anotación en sus registros, indicando sorprendidas que no se había vivido un verano similar en los últimos 30 años al habiendo sido este cálido y seco.

¿Sufrieron realmente los productores agrarios durante esta inestabilidad climática? El siguiente gráfico extraído de un reciente trabajo conjunto con Carlos Álvarez-Nogal y Leandro Prados de la Escosura y publicado en Cliometrica, muestra que la aparición de la anomalía supuso un freno al periodo de crecimiento de la producción agraria que venía siendo sostenido desde principios del siglo XVIII. El mínimo en la crisis de producción coincide con la mayor intensidad de la anomalía, no llegando a recuperarse los niveles de producción previos a su comienzo. Un análisis más detallado de las series agrarias muestra que la caída de la producción fue más intensa en el interior de España, área caracterizada por terrenos más marginales donde se esperaría una crisis de producción más severa que en la periferia de ser los cambios en el clima los responsables.

 

La evidencia en cualquier caso indica que fuera por simple coincidencia o por una relación causal, la aparición de la anomalía de Maldá en España supuso la ruptura de la tendencia de crecimiento sostenido que se había iniciado a principios de siglo. La gran volatilidad tanto entre años como dentro de los mismos ayudo poco a que los productores pudieran adaptar su producción al tiempo cambiante. El hecho de que la caída de la producción agraria fuera mayor en las regiones del interior, naturalmente más propensas a sufrir ante la aparición de cambios en las condiciones climáticas, sugiere que la conexión entre ambos eventos no es nada descabellada. La finalización de la anomalía a principios del XIX no supuso sin embargo una mejora en la evolución de la producción agraria, que comenzó una nueva fase de descenso como consecuencia de la inestabilidad institucional y política que sacudió no solo a España sino a toda Europa, pero esa es otra historia.