El BCE cierra la consulta respecto las Directrices sobre riesgos relacionados con el clima

por David Ramos Muñoz

El Banco Central Europeo (BCE) cerró su consulta pública sobre su Proyecto de Directrices sobre riesgos ambientales y relacionados con el clima, el 25 de septiembre de 2020, una iniciativa notable que, sin embargo, aún deja muchas incertidumbres para el futuro.

El Proyecto de Directrices es una iniciativa meritoria, que muestra el liderazgo internacional del BCE en el tema determinante del siglo XXI. Sin embargo, aunque supone un giro alentador por parte de los reguladores financieros, hay tres problemas principales en el enfoque del BCE. (1) Trata el riesgo climático como un problema microprudencial, insertándolo como parte del proceso de revisión y evaluación supervisora (SREP), cuyo objetivo es establecer los requisitos del Pilar 2 (y también los requisitos de transparencia informativa) para bancos individuales. No se presta, pues, atención a cuestiones como (i) los patrones de interconexión en el sistema bancario, cruciales para comprender cómo un gran shock (como un shocks climático) se propagaría por todo el sistema, y ​​si este podría resistirlo; o (ii) cómo se podrían utilizar las herramientas macroprudenciales para complementar las microprudenciales. (2) El Proyecto de Directrices trata el riesgo relacionado con el clima como » otro» tipo de riesgo, que puede abordarse simplemente ampliando el horizonte temporal de los modelos de riesgo existentes. La investigación económica sugiere, en cambio, que los escenarios de resultados catastróficos de baja probabilidad son propensos a la «ambigüedad» y al «desconocimiento» (ambiguity – unawareness), lo que puede sugerir un marco diferente para la evaluación de riesgos. (3) El Borrador de Directrices trata los asuntos relacionados con la cultura bancaria de manera tradicional (basada en el «apetito por el riesgo»). En el caso de los riesgos relacionados con el clima, el problema puede no estar en el «apetito por el riesgo», concepto que sugiere una decisión consciente de las unidades de asumir más riesgos, sino, nuevamente, en la ambigüedad e inconsciencia. Otro problema, importante para evaluar el riesgo de transición, es la alineación entre la percepción de los objetivos de cambio climático dentro de la institución, en comparación con las percepciones sociales (o gubernamentales). No se trata de «controlar opiniones», sino de comprobar si un desajuste entre las “normas sociales” dentro de la institución con las de fuera de la institución pueda llevar a subestimar el riesgo de cambios repentinos de política, costes reputacionales y daños. De hecho, el tratamiento de los riesgos de responsabilidad, riesgos de reputación, etc. (incluida su relación con las normas sociales) es otra parte en la que el tratamiento es poco claro y/o ambiguo.