Bancos (y banqueros centrales) al borde de un ataque de nervios (climático)

Por Antonio Cabrales Goitia, Catedrático de Economía (UC3M)

El mes pasado asistí a una conferencia muy agradable organizada por nuestros colegas de CSI Getafe-Leganés Pilar Perales y David Ramos sobre «Banca y finanzas en tiempos de tensión: clima, resiliencia y salida», y me tocó moderar un panel en el que un grupo de banqueros centrales nos hablaron sobre su experiencia acerca de este tema, tan importante para el futuro. En las siguientes líneas les contaré lo que extraje. Primero resumiré cada una de las intervenciones, y después terminaré con algunas reflexiones que me suscitaron. Todos los participantes comenzaron con la habitual advertencia de que lo que decían representaba su opinión personal y no la de su empleador.

El primer ponente, Carmelo Salleo, del BCE, nos explicó una herramienta clave para la gestión de riesgos de los bancos centrales: las pruebas de resistencia, y cómo funcionan en materia de cambio climático. En primer lugar, piensan en un (normalmente limitado) número de escenarios sobre lo que puede ocurrir y sus implicaciones. En concreto, el supuesto base es una transición ordenada con políticas aplicadas con prontitud y eficacia y costes limitados derivados de la transición y el riesgo físico. Adicionalmente, otro escenario en el que se aplican políticas retrasadas y con costes elevados derivados de la transición y costes medios derivados del riesgo físico. Por último, otro escenario en el que no se aplican nuevas políticas (sólo las actuales), los costes de la transición son muy limitados, pero los del riesgo físico son extremadamente elevados. Personalmente, creo que una combinación del segundo y el tercero es más probable.

A continuación, obtienen datos de millones de empresas y bancos de todo el mundo, sus exposiciones actuales a riesgos físicos y de transición y sus exposiciones entre sí para comprender las posibles posibilidades de contagio. Naturalmente, el mayor riesgo de transición procede de los sectores que más emiten: la minería, la electricidad y la industria manufacturera. Los riesgos físicos son muy heterogéneos entre países. En Europa, el sur está más expuesto a los incendios forestales; el norte, a las inundaciones. Algunos resultados emergen. El riesgo parece concentrarse en unas pocas instituciones, pero para éstas puede ser bastante grande. Además, se necesitan nuevos modelos para comprender cómo puede propagarse por contagio y su impacto macroeconómico. Por último, la mayoría de los países están sujetos a un mayor riesgo de transición que físico. Sin embargo, algunos países son más vulnerables al alto riesgo físico; España, Portugal y Grecia son algunos de ellos.

El segundo ponente, Miguel Molico, del Banco de Canadá, se centró en la evaluación de los riesgos del sistema. El Banco de Canadá también realiza análisis de escenarios, pero su presentación fue más explícita sobre algunas de las limitaciones. Por ejemplo, la falta información geográfica y sectorial (granular) sobre las contrapartes. También es difícil determinar la exposición de las instituciones financieras a los sectores e industrias sensibles al clima, pues hay pocos datos sobre las emisiones de las contrapartes y faltan métodos normalizados para evaluar los riesgos a largo plazo.

Explicó un trabajo piloto muy detallado que han realizado con el impacto en la cartera de préstamos residenciales de los bancos. Esto es útil por varias razones. En primer lugar, las propiedades se utilizan como garantía, y son inmóviles, por lo que están expuestas a fenómenos climáticos destructivos. Además, los préstamos garantizados con bienes inmuebles se amortizan a lo largo de décadas y, por tanto, se ven más afectados por el cambio climático. Por último, es una parte importante de los balances de los prestamistas. Este ejercicio es útil porque puede resolver algunos de los problemas de datos, que son menores, y puede servir para afinar la metodología.

La última presentación corrió a cargo de Fernando Linardi, del Banco de Brasil. Compartió los resultados de las pruebas de resistencia realizadas en Brasil. En cuanto a los riesgos físicos, se observa que, al igual que en Europa, el riesgo se concentra en unas pocas empresas que están más expuestas a sequías e inundaciones. En cuanto a los riesgos de transición, constatan que la exposición crediticia de las empresas de los sectores intensivos en GEI es pequeña en comparación con el crédito pendiente.

Pero quizá el aspecto más interesante de esta última presentación fue la descripción de los retos. Al igual que los demás ponentes, hizo hincapié en las lagunas de datos o en cómo traducir los acontecimientos relacionados con el clima en pérdidas financieras de los bancos. Pero me parecieron significativos tres aspectos que puso sobre la mesa. En primer lugar, los fenómenos relacionados con el clima pueden estar sujetos a graves no linealidades (puntos de inflexión). En segundo lugar, que las empresas y los bancos pueden adoptar medidas de adaptación, por lo que los balances son dinámicos. Por último, en la misma línea, tenemos que aprender a modelizar el efecto del cambio tecnológico, la innovación y la política.

Y esto me lleva a mis propias reflexiones sobre el problema. Creo que los modelos actuales son por supuesto bienintencionados y probablemente lo mejor que se puede hacer, pero adolecen de graves carencias para abordar el problema. Tratar de entender un problema dinámico con externalidades muy fuertes y bucles de ida y vuelta con una matriz estática de exposiciones cruzadas entre empresas es extremadamente ingenuo.

A medida que se desarrolla la situación, los bancos y las empresas, por no hablar de los gobiernos y los reguladores, reaccionarán a las acciones de los demás. Esto podría, por un lado, mitigar los efectos, ya que los bancos empezarán a reducir su exposición a las empresas que más emiten. Esto hace que se aíslen más y, por tanto, sean menos propensos a crear contagio, y también su actividad disminuirá. Por otro lado, esto podría suceder muy rápidamente y a muchas empresas al mismo tiempo, por lo que la perturbación de su producción y empleo podría originar una parada grande y repentina de la actividad macroeconómica, lo que causaría graves problemas a la economía.

Todos los problemas mencionados indican que la herramienta adecuada para entender el problema es un modelo dinámico estocástico de equilibrio general (DSGE), y uno de los más difíciles, ya que no puede concentrarse en los estados estacionarios del problema. La dinámica de transición es crucial y debe tener en cuenta la heterogeneidad de los agentes implicados. Así pues, estrictamente hablando, un modelo DSGE HANK (agentes heterogéneos neokeynesianos). Los bancos centrales tienen economistas capaces de elaborar modelos DSGE HANK. Me pregunto por qué los reguladores no los utilizan, en lugar de estos enfoques de pruebas de estrés más tradicionales, que están bien para la gestión de riesgos a corto plazo. Quizá alguno de nuestros lectores lo sepa y tenga la amabilidad de aportar su opinión sobre este punto.